Afirmando camino

Que difícil resulta el verano sin buscar una media naranja por la temporada. Tengo que admitir que mi humanidad busca un abrazo, un beso, brazos de un chico atractivo donde acurrucarme. Sin embargo, esto era parte del trato también: vendrían tentaciones, vendrían episodios donde una pareja me resultaría muy necesaria, como algo para sobrevivir. Aquí es donde demuestro mi templanza, mi entereza, cuando más le tengo que sonreír a la soledad y a la decisión que tomé de permanecer íntegro para Dios.

Recuerdo esos años en los que tenía pareja y la angustia me asfixiaba, cuando mi mundo era esa otra persona y por unos meses me gustaba, y al rato me aburría. Ya que, no llenaba expectativas o no llenaba algo que solo Dios podía llenar. Pero esos primeros meses eran el paraíso terrenal (demasiado terrenal) solo la efímera ilusión de un amor adolescente me llenaba y vivía por esa ilusión. ¿Y luego qué? Pues nada. Solo terminaba la relación, lloraba y sufría unos días y volvía a mi estado común. ¿Qué ganaba? Hasta ahora sigo averiguándolo.


Rezo y pido para seguir así, para seguir entregado a Dios y para que nada me perturbe. Soy solo de Él, vivo por Él y a Él volveré algún día a recibir mi premio y cantar cuanto le amo eternamente. Quisiera que todas las personas de mi entorno me acompañen en ese momento sin fin, pero sé que tal vez no lo harán. Me da mucha pena pero no me rindo con ellos. Y más que nada, sigo luchando por mí mismo ya que mi imperfección aún me persigue y me llama por mi nombre. 


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