El día en que el tiempo se detuvo (por un minuto)
Que increíble que días
antes haya escrito sobre esa persona, la cual no veo desde el 2008, la cual
siempre tendré en mente debido a que no fui lo suficientemente valiente para
acercarme en ese entonces para decirle lo mucho que sentía por él y que hasta
ahora me arrepiento. Que increíble que hoy, un día tan típico y normal, la haya
visto.
Fue mi día libre, un día
en que me levanté tarde, tomé la noche anterior con mis amigos. Me dispongo a
ver una película, es mi nuevo pasatiempo. Tomo desayuno mientras la veo, una
buena película que me hizo reír, y ver algunos defectos en mí, los cuales me
los sé de memoria. Termino de verla, me baño, me visto, y salgo a la calle a
encontrarme con mis papás para ir a almorzar. Me reúno con ellos en su trabajo
y en la espera para poder salir, apareció.
Al principio no lo vi,
yo sentado detrás de un escritorio, pensaba que era alguien más que entraba,
pero algo me hizo levantar la cabeza y ver quién era el sujeto, seguí su brazo
(única parte visible desde donde yo estaba) hasta llegar a su cabeza, vi su
cara cubierta por un par de lentes oscuros y las sensaciones inexplicables
comenzaron a suceder, nerviosismo, adrenalina, pavor, alegría; todo eso en los
pocos minutos que duró el encuentro.
Se dio cuenta que yo estaba
ahí, frente a él, me vio, lo vi y el asiento se me derretía las piernas querían
correr y las manos no se quedaban quietas. Los cuatro meses de clases que
compartimos un salón, el ultimo día que quisimos hablarnos pero no lo logramos,
todas las veces en las que alguna vez lo busque en algún paradero, por donde
sabía que vivía, la vez en que de casualidad lo vi saliendo de un campo de
futbol mientras que yo pasaba en un carro a toda velocidad, todas esas
ocasiones, pasaron como balazos en mi cabeza en ese momento en el que los dos
nos miramos con una sonrisa en la cara diciéndonos “te encontré”. (Jajaja no se
que habrá pasado por su cabeza pero déjenme fantasear)
El momento acabó, yo
me fui con mis papás y él se quedo un rato más. Pase por su lado, los gritos en
mi cabeza diciendo “¡estoy aquí, me gustas!” no llegaron a sus oídos. La sonrisa
no se me fue de la cara, di media vuelta a ver si salía y vi que ya estaba subiéndose
a su carro. Ahí se iba mi príncipe en su carruaje azul por enésima vez (jajaja
que alucinado). No sé cuando aparecerá de nuevo. Pero momentos como ese son los
que te alegran cualquier tipo de semana complicada que hayas tenido. Fue un golpe
de suerte o un regalo del destino para alegrarme un poco, y sí que lo hizo.
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