Historias del chico cabellos color sol y su señor pingüino
Cada vez que acaba un día o un fin de semana en donde
Esteban estuvo a mi lado, me embarga la nostalgia, las ganas de tenerlo al
lado, las lagrimas luchan por salir (pero las guardo para cuando en verdad las
necesite). Han sido un día entero en el que estuve con él, cocinando, queriéndolo,
conociéndolo más y el conociéndome a mí (por medio de mis escritos).
Nos encontramos el sábado en la tarde, fuimos a hacer compras
como una pareja convencional. Yo encantado de hacer esa actividad que casi
nunca la hice con alguien a quien decidí querer libremente. Fuimos a su casa y
tengo que decir que desde ese momento comenzó nuestra danza amatoria, en la cual,
no solo existieron juegos de pasión sino, un análisis de información (por
ponerlo más técnico), una muestra de corazones enamorados y un debate de posturas
políticas que terminamos sin arañazos ni golpes, por el contrario, haciendo la
paz y el amor.
Hemos convivido como 2 novios compartiendo rutinas, algunas
veces trabajando, otras conversando echados en la cama, otras tomando hasta caernos
de borrachos (mi caso), escuchando música y por ultimo durmiendo con nuestros
cuerpos entrelazados ¿Qué más se le puede pedir a la vida por un fin de semana?
Creo que esta es la primera vez que puedo decir que estoy plena y alegremente complacido y enamorado.
¿Cómo es que he podido vencer las ilusiones que me han
seguido desde siempre? Creo que mueren cuando uno se siente tan querido y
confiado de la otra persona. Esas ilusiones son bases sólidas. No más pilares
de arena, son ahora columnas sólidas que son la base de algo que, esperemos,
dure.
A pesar de no saber que nos depara la vida, quiero que quede
constancia de que esto pasó, quiero acordarme en 10 o mas años que esto me
sucedió y se siente tan genial quiero que estas sean” las crónicas del chico
con el cabello color sol y su señor pingüino”.
Prometo no olvidarte, pase lo que pase.
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