Lo impredecible del final...

El lunes no había hablado mucho con Sebas, el día anterior habíamos hablado muy poco y casi sin sentido... Habíamos hablado de cosas banales, que no tenían mucho que ver con nosotros, supuse que estar tan melosos no era muy productivo... Fue así q pasó el día del domingo y su tarde y llegó la noche, mi eterna noche... 

No me pareció tan malo que al día siguiente el mensaje de Sebas fuera un simple, “iré a estudiar, cuídate mucho te quiero” ya que el día anterior habíamos conversado de que sería bueno ralentizar las cosas. Poner paños fríos a todo, en otras palabras “enfriarme”, claro que no me daba cuenta de eso hasta que me atacó la angustia por no saber qué pasaba con la persona a la que hacía 2 días le había dado todo mi corazón.

Todo ese día estuve mal en el trabajo, preguntándome que había hecho mal, no sabía que ese iba a ser el primero de muchos días de preguntas y cuestionamientos acerca de mí y mi relación con Sebas. Llegaron las 6pm, era mi hora de salida, pero lo último que yo quería era ir a casa a pensar y eventualmente llorar de la preocupación de no saber qué diablos nos pasaba. Decidí irme a Miraflores e intuyendo el final, lloré todo el camino hasta allá, llegue a los lugares en los que estuve con él. Le llamo “el ritual del adiós” voy cual vía crucis recorriendo los puntos que significan mucho, al menos para mí.

Recorrí bancas de parques, los mismos parques, cantando las canciones que me recordaban a él y parando en cada lugar para derramar lágrimas. Todo Miraflores estuve con los ojos mojados. Llegue por fin a mi casa, intentando controlarme y más que nada “actuar” tranquilidad para mis papás. Pero mi corazón se retorcía de dolor, tanto así que no me dejó comer. Estaba muy deprimido.

Llego el momento en que subí a mi habitación y vi el celular, me había escrito, algo simple como en la mañana y no soporté y le dije que esto de no escribirnos me parecía muy raro cuando hasta hacía 48 horas nos quisimos sin barreras. Me respondió que lo nuestro no estaba cuadrando. Que era mejor dejar eso ahí y con eso, implícitamente me dijo “se acabó”. Sentí un terror abominable, como que la tierra se partía y me quería tragar, el dolor me partía en dos el alma, tenía ganas de odiarle, de abrazarle y decirle “¡No! Quédate” de pegarle, de besarle por última vez. Todo en unos instantes de dolor. Me faltaba el aire, quise despedazar mi cuarto pero la parte pensante de mi cerebro me lo impedía, si armaba escándalo tenía que explicárselo a mis papás que ya dormían. Solo atiné a llorar.

Se despidió, no sin antes decirme que se sentía horrible por todo. Y yo llamé a Maja, me calmé un poco al hablar con ella, comencé a sentir esperanza de que esto era pasajero -el volvería a mí, el día que me vea para devolverme el gorro que le presté, me abrazara y me pedirá perdón y seremos felices de nuevo- Me decía a mí mismo. Tan tonto fui, iluso, un completo idiota en mostrarle mi mundo entero y para que el me diga “estamos yendo muy rápido, dejémoslo ahí”. No lo entiendo aún. Sigo preguntando a Dios ¿Qué me quieres hacer ver con esto? Pero no responde, al menos, no aún. Llegara el momento en que lo sabré, solo pido ahora tiempo para curarme, tiempo para sanar el corazón, tiempo para olvidar, y más que nada, tiempo para olvidar.

Así acabo esta historia de cariño, de confianza. Un cuento de hadas que me permití creer, cuando fue todo un espejismo al final. Nunca hubo hadas, nunca debí volar, la caída aun me duele mucho.

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